lunes, 2 de junio de 2014

VISITA AL SERANTES EN SANTURTZI

A pesar de su pequeña estatura (451 mts), el monte Serantes en Santurtzi se alza imponente y majestuoso, con su forma cónica tan representativa,  en la orilla izquierda de la bocana del Abra dando la bienvenida a los visitantes que se acerquen tanto por tierra, mar o aire. No en vano es visible y reconocible desde cualquier punto de la Margen izquierda y derecha de nuestra bilbaina ria, pudiéndose contemplar, desde su cima, unas vistas impresionantes de toda la comarca


Estratégicamente situado y punto de referencia,  es el acceso natural al Puerto de Bilbao, situado a sus pies y hoy en día el puerto más importante del norte del País.



No es un monte difícil, el ascenso es factible para cualquier persona con unas mínimas condiciones físicas y para los niños es todo un disfrute, prácticamente es un paseo para todos. Se puede realizar la subida por pistas (existen varias dependiendo del punto de partida que se elija) o atajando por senderos.


Decidimos coger el acceso que sale desde el popular barrio de Mamariga, pero esta vez queremos hacerlo de una manera un poco diferente, no sólo con la intención de salir de la urbe y respirar un poco de aire fresco, sino con la idea de "Visitar" el Serantes y descubrir este entorno como si de un monumento u obra arquitectónica se tratara. Es decir como el gran Recurso Turístico Natural de Santurtzi.

Para ello, nos acompañará Manu Océn, experimentado naturalista y socio colaborador de La Sociedad de Ciencias Aranzari quien nos hará de guía y nos ayudará a realizar este paseo de un modo un poco más especial y más pedagógico.




Quedamos todos en la Plaza Virgen del Mar de Mamariga y comenzamos a subir dejando las calles atrás hasta lo que será el punto de partida y desde donde ya se divisan los escalones que dan acceso a la pista. 









Manu nos da la bienvenida a todos y nos detalla como será la visita, aunque para abrir boca ya nos muestra un pequeño detalle que se nos pasaría totalmente desapercibido: un nido de golondrinas en el alero de una casa. 





Así, de esta manera tan ilustrativa, empieza nuestra visita.



El objetivo, no es el de llegar a la cima, sino de recorrer sus caminos parándonos cada vez que la ocasión lo requiera, para contemplar una orquidea, escuchar las aves y aprender a distinguirlas por sus cantos, acercarnos a una de las charcas estratégicamente construidas e intentar averiguar donde se esconden pequeños anfibios y sobre todo aprender a respetar el entorno y a comunicarnos con él. 






Empezamos poco a poco mientras nos va descubriendo los primeros cantos de aves y sus autores, intentando que éstas se aproximen con un reclamo. La cosa pinta bien, vamos subiendo poco a poco y casi nos alegramos de que el día esté un poco nuboso ya que las zonas arboladas son mínimas y el sol sería molesto.







A lo largo del paseo Manu nos introduce por senderos menos transitados desde donde la observación de aves resulta mucho más diáfana y el sonido se percibe sin apenas interrupciones humanas, o casi. Son mínimos los espacios que nos se hayan pateado en este monte tan urbano y humanizado.








El paisaje se va ampliando mientras vamos subiendo, se alarga en el horizonte mostrándonos como serpentea la ria entre barrios, villas y pueblos del Gran Bilbao












En un momento dado, nos detemos al llegar a una valla con una puerta de madera,  Manu nos descubre el porqué de esta construcción y su bonita historia.


Estas construcciones se llaman Kissing Gate (la puerta del beso) y existen dos versiones; la técnica cuyo objetivo es premitir el paso de las personas impidiendo que el ganado escape ya que siempre permanece cerrada, y una segunda versión más romántica o simpática que nos cuenta que,  esta puerta al no permitir mas que el paso de una sola persona cada vez , ésta aprovecharía la ocasión para pedir el beso de la siguiente en atraversarla. 



Sea cual sea la versión, lo que si que es cierto es que la puerta nos brindó la oportunidad de crear estos momentos tan mágicos.





La visita y la charla continua, hasta la hora del almuerzo...




Nos acercamos a una zona de prado y abordamos una mesa. El momento bocata no necesita de mucha concentración. 

La marcha sigue el resto de la mañana, amena, aprendiendo y disfrutando del momento. 



Al lado de la zona de merendero tenemos a la vista una de las charcas que forman esta red de construcciones de charcas para anfibios. El fin es el de restaurar este habitat acuático, y regenerarlo para la recuperación, en mayor o menor medida, de la población de anfibios perdida del Serantes.



Llegamos hasta El fuerte, Manu nos explica su historia y ya, desde allí, rodeándolo, comenzamos a descender. 









A nuestro paso un grupo de caballos se acercan para dejarse acariciar. Estamos mucho más nerviosos nosotros que ellos.






Otra parada muy significativa, delante de un pequeño montículo de troncos muertos; El bosque muerto un nombre un poco tenebroso pero cuyo cometido es de una importancia extrema y de una alta capacidad de crear vida. 








Y entre atajos, pistas, senderos embarrados y prados llegamos hasta el punto de inicio, para dar ya por terminado, este agradable recorrido por uno de nuestros más emblemáticos y queridos montes vizcainos.











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